Con motivo de la conmemoración del 20 de julio de 1810 -día de la Independencia de Colombia-, el texto presenta algunas reflexiones sobre la importancia social y política de las conmemoraciones colectivas.

 

1. Conmemorar: memorar con

Las conmemoraciones son momentos en los que la cotidianidad, el flujo continuo del tiempo, entra en una suspensión para instalar una pausa, para traer el pasado al presente y evocar, recordar y recrear aquellas experiencias que han determinado nuestra existencia. Desde los cumpleaños o aniversarios –de carácter más personal o familiar– hasta las festividades masivas del orden local, regional, nacional o global –como las fiestas patronales, el día de la Mujer, o el Día del Trabajo, por ejemplo–, en las conmemoraciones honramos a nuestros ancestros, reconocemos la importancia de eventos o acontecimientos que siguen siendo relevantes hoy, tomamos consciencia de que el pasado nos constituye y cimenta las transformaciones futuras que agenciamos desde nuestro presente.

Así como recordar es volver a pasar por el corazón (rasgo etimológico que llama la atención sobre la dimensión afectiva de la memoria), conmemorar es memorar con los demás: siempre es un acto colectivo. Nos juntamos para recordar, para volver a narrar el pasado a la luz de las circunstancias presentes, para participar de un ritual común que se repite en el tiempo y que nos permite construir constantemente nuestras identidades.

 

2. La arbitrariedad de la memoria (y de la conmemoración)

Ahora bien, cabe preguntarse cómo ciertas fechas han llegado a constituirse en conmemoraciones oficiales, compartidas por la mayoría de la población. ¿Por qué, por ejemplo, como colombianos celebramos el 20 de julio como día de fiesta nacional? Si bien el 20 de julio de 1810 se reconoce como un hito que representa la emancipación del imperio español y los inicios de Colombia como nación independiente, lo cierto es que ese día se estableció la Junta de Gobierno de Santafé, que seguía siendo obediente al rey Fernando VII y cuyo primer presidente fue el Virrey Amar y Borbón. El primer acto de rompimiento radical con la corona española se dio posteriormente, y en Cartagena, el 11 de noviembre de 1811, cuando los criollos de aquella ciudad, gracias a la movilización de los artesanos negros y mulatos, presionaron a las autoridades y declararon la Independencia. Entonces, ¿por qué el día de Independencia, la fiesta nacional –por ley desde 1873- es el 20 de julio y no el 11 de noviembre?

La historia se ha narrado, legitimado y conmemorado desde el centro del país, poniendo la perspectiva de las elites andinas como el horizonte de inteligibilidad privilegiado. Y podríamos todavía ir más lejos, y afirmar que han sido los grandes personajes y acontecimientos del Estado-nación moderno, así como los del santoral católico, herencia del período colonial, los que han dominado la geografía de nuestras conmemoraciones colectivas. Toda política de la conmemoración es arbitraria, y depende de las decisiones de las personas, grupos o instituciones que, en momentos determinados, han tenido el poder y la autoridad de establecer y oficializar algunas fechas o momentos como dignos de recordación y regocijo públicos. La pregunta es ¿cómo podemos ir más allá de las conmemoraciones ya fijadas en el calendario –aquel calendario Pielroja, de la Virgen del Carmen o del Divino Niño, que cuelgan en los hogares colombianos desde hace décadas-, para hacer irrumpir nuevas conmemoraciones, o proponer nuevas lecturas y apropiaciones sobre las ya existentes?

 

3.Lo festivo y lo crítico 

No está mal celebrar. Festejar, vivir la fiesta, es algo que necesitamos como individuos y como sociedad para cuidar nuestra salud física, emocional y mental. Especialmente, en un país con la herida de la guerra y el compromiso de la construcción de la paz y la reconciliación. No obstante, en cuanto a la conmemoración de nuestra historia se refiere, también es importante el lado crítico: las conmemoraciones no pueden ser únicamente celebraciones. Son momentos que deben aprovecharse como oportunidades para la reflexión, para el reconocimiento de las luchas de ayer que han habilitado los derechos de los que gozamos hoy como ciudadanía. Son un alto en el camino para pensar en lo que hemos conseguido como sociedad en nuestro devenir histórico, lo que aún falta por alcanzar –la Independencia y la igualdad social como promesas aún por cumplir-, lo que es necesario dejar atrás o transformar.

También son coyunturas en las que es vital estimular el pensamiento histórico, cuestionar las maneras en las que hemos interpretado y narrado nuestra historia, reconocer aquellos sujetos, experiencias y dimensiones del pasado que hemos olvidado o marginalizado y reivindicarlos a través de nuevos relatos o representaciones. Sin duda, esto puede contribuir a una comprensión del presente más completa y compleja, condición para proyectar futuros más justos, y viables, desde nuestros roles como profesores, investigadores, científicos sociales y humanistas. La academia, y de manera particular las Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales tienen una responsabilidad central en este sentido.

 

4. Hacia conmemoraciones plurales y diversas 

En una sociedad realmente democrática, plural y diversa –como la que se consagra en la Constitución de 1991 y que día a día nos esforzamos para hacerla real-, es fundamental dar cabida a múltiples conmemoraciones y celebraciones, que trasciendan los calendarios religiosos y estatales ya fijados, con sus tradicionales sesgos (étnico-raciales, de género, de clase social, de ubicación geográfica, entre muchos otros).

Termino entonces con una triple invitación: repensemos críticamente las fiestas oficiales ya existentes, reconozcamos y valoremos las conmemoraciones alternativas e inventemos y démosle una consistencia ritual a nuevas celebraciones. En primer lugar, siempre indaguemos sobre la arbitrariedad de la conmemoración, historicemos cómo una festividad llegó a serlo y preguntémonos qué recuerda y qué olvida, pongamos en cuestión sus silencios e introduzcamos nuevas interpretaciones sobre lo conmemorado. En segundo lugar, seamos sensibles ante las conmemoraciones alternativas que reivindican actores, acontecimientos e historias relevantes para grupos sociales específicos, pues pueden aportarnos nuevas claves para la comprensión del pasado y de la actualidad. Y, por último, conmemoremos lo –hasta ahora– no conmemorado, para darle su lugar en la historia, la memoria y la existencia, a aquello que se ha mantenido en el olvido y la invisibilidad, de manera reiterada e insistente, hasta hacerlo también patrimonio de nuestro presente. 

 

Sebastián Vargas Álvarez

Doctor en Historia, Universidad Iberoamericana-Ciudad de México - Profesor Asociado, Escuela de Ciencias Humanas, Universidad del Rosario

 

 

Las opiniones aquí expresadas son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan la posición de la Asociación Colombiana de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales, ni de su Consejo Directivo.

 

Introducción

Las artes y la literatura tienen una función pedagógica poderosa. No con esto se quiere decir que sea su función vital (si es que se puede afirmar que le atañe “naturalmente” una función). Pero, el uso del cine, la plástica, el teatro y la literatura en el aula puede ayudar a configurar una pedagogía crítica para abordar temáticas y reflexionar sobre problemas asociados a los contextos históricos, la libertad, la justicia social y las luchas de resistencia. Bajo esta premisa trataré de presentar, primero, cómo un proyecto editorial universitario para la promoción de la lectura permite una formación crítica sobre muchos asuntos sociales y humanos. En una segunda parte, se hace una aproximación a la noción de “imaginación literaria” de Nussbaum (2012) y de cómo podemos servirnos de la literatura para la reflexión profunda en el aula y formar subjetividades más comprometidas con el bien común.  

 

1.Colección Semilla: leer por goce

Un proyecto editorial que busca promover la lectura por goce. De eso se trata la Colección Semilla UTB. Un proyecto que lleva editados 7 libros de clásicos de la literatura universal y próximos al lanzamiento de la 8va semilla. Por medio de la literatura nos hemos permitido recorrer distintos lugares del mundo, conectar con las realidades y complejidades de distintas experiencias humanas vitales. También hemos podido aproximarnos a distintas representaciones que dan cuenta de dinámicas sociales complejas. De algún modo, la literatura logra hacer memoria de unas problemáticas humanas y sociales, a la vez que permite un acercamiento a ellas para su análisis y reflexión.

En los ejercicios de promoción de lectura se han realizado: Lecturas en voz alta; cine-foros, conversatorios con invitados conocedores; recitales; talleres de escritura creativa y actividades en el aula. Estas actividades nos han reafirmado que en ocasiones la literatura puede ser más efectiva a la hora de brindar capacidades críticas y de reflexión que lo que se logra con un libro canónico de filosofía o de historia. Lo anterior, no quiere decir que estos últimos sean despreciables, ni más faltaba, pero la literatura logra representar realidades sociales y contextos con una estética tal que trasciende la imaginación común, de los que no somos expertos ni críticos literarios, para confrontarnos con nuestra humanidad propia y ajena.

 

Colección Semilla, Universidad Tecnológica de Bolívar. Cartagena, Colombia. Tomada de @humanidadesutb.

 

Así, desde el 2014 iniciamos un viaje que nos ha llevado por muchas historias, personajes y lugares. Iniciamos por Francia con la novela Bola de Sebo de Guy de Maupassant (2014), una historia que nos abrió el camino para aprender a conversar en comunidad y nos puso a reflexionar sobre lo frágil de las relaciones humanas y sobre la moralidad en nuestras acciones. De Europa, decidimos viajar a Norteamérica donde los Cuentos de misterio y horror de Edgar Alan Poe (2015) nos llevaron a disertaciones conjuntas sobre el amor, la muerte y el misterio. Nuestro tercer viaje fue propiciado por algunas de las narraciones de Scheherazade al rey Shahriar. Una antología de Las Mil y una Noches (2016) única, con quizá, algunas de las historias menos conocidas para muchos de nosotros. Estas historias lograron llevarnos a reflexiones profundas sobre representaciones de la mujer, la sexualidad e incluso la violencia de género.

 La semilla cuatro nos llevó al Edén. Mark Twain dio vida de forma satírica y muy divertida a los Diarios de Adán y Eva (2017); nuestro campus se llenó de manzanas, performances, talleres de escritura creativa, exposiciones fotográficas y de conversaciones alrededor de los roles de género y los estereotipos.

Estando en la literatura estadounidense, decidimos viajar al sur de nuestro continente. Era necesario. Llegamos a la selva agreste a historias duras y estremecedoras con una selección de cuentos del gran escritor uruguayo Horacio Quiroga: Para tus noches de insomnio (2019). Ese asomo a Latinoamérica nos trajo a este punto: a viajar por América Latina.  Decidimos hacer una selección inédita de cuentos cortos latinoamericanos que narran, en parte, las vivencias y las costumbres de los pueblos latinoamericanos del S. XIX e inicios del XX. Esta selección que titulamos Abya Yala: cuentos latinoamericanos (2020) trajo consigo un viaje que roba risas, siembra dudas, quita el aliento, y nos pone a pensar sobre nuestra historia, nuestros pueblos, sus dinámicas y anhelos.

La edición siete fue una de una belleza particular. Fue el primer el libro de poesía de la colección. Se trató de la reedición del poemario En el traspatio del cielo (2022) del escritor bolivarense y Premio Nacional de Poesía, Rómulo Bustos Aguirre. Un poemario que evoca la infancia del Caribe: lleno de la tierra del patio, de dulce de tamarindo, de lluvia, de hojas de matarratón, de fraternidad. La semilla ocho ya está germinando y promete llenar la universidad de la riqueza cósmica de una pluma inigualable.

 

 

2.El papel pedagógico de la literatura para la formación en el aula

De las experiencias gratificantes con la Colección Semilla ha sido poder servirnos (como docentes y estudiantes) de la literatura para poner sobre la mesa temáticas complejas de nuestra realidad social y humana. Y con ella, suscitar reflexiones profundas y críticas sobre nosotros mismos. Esto muestra la fuerza que tienen las artes y la literatura para formar capacidades valiosas para la vida democrática. En nuestra tarea de formar ciudadanos/as comprometidos/as con la libertad y la justicia social se requiere una pedagogía que permita el desarrollo de ciertas habilidades necesarias para tales fines: pensamiento reflexivo y crítico, habilidades argumentativas, comprensión histórica e intercultural, actitud empática, compasiva y solidaria. Además, el cultivo de una imaginación tal que podamos pensarnos no solo desde nosotros sino con los otros y desde los otros. A esta última habilidad es a lo que Martha Nussbaum (2005) llama imaginación narrativa. Para la autora la imaginación narrativa es aquella capacidad que podemos desarrollar con la lectura de libros cuyas historias nos convoquen a comprender las circunstancias y penurias de los otros. Y con ello contemplar la posibilidad de que lo que les sucede a los personajes, nos puede suceder a nosotros. Esta autocomprensión de la propia fragilidad y vulnerabilidad puede conducirnos a fortalecer nuestros sentimientos morales como la compasión y la empatía, y hacernos más propensos a la solidaridad.

Poder acercarnos por medio de la literatura y del arte como el cine, la fotografía y el documental, nos aporta desde una estética fina y humana el telón para discutir y reflexionar en el aula. Más allá de si se trata de una clase de artes, se trata de hacer que la literatura y el arte se filtre en distintas áreas: historia, filosofía, geografía, la administración, la economía y demás.

 

3.El arte, las humanidades y el florecimiento humano

Ahora bien, todas estas habilidades o capacidades que debemos cultivar para la vida democrática encuentran en el estudio de las humanidades y las artes el abono para su florecimiento. Así, una educación humanística proporciona las herramientas pedagógicas para permitir el florecimiento humano.

Para Richard Rorty (1991), los libros, en especial las novelas, nos ayudan a advertir los efectos que las prácticas y las instituciones sociales tienen sobre las vidas de los demás, pues nos muestran cómo prácticas que consideramos naturales nos hacen crueles. Es así como para Rorty los libros nos ayudan a evaluar nuestras prácticas y a ser menos crueles.

El papel de la imaginación narrativa supone una puesta en práctica de metodologías pedagógicas que fomenten las lecturas de novelas con una narrativa tal capaz de brindar historias que evidencien situaciones éticas y sociales en las que podamos apreciar circunstancias y vivencias cotidianas que experimentan distintas personas bajo condiciones sociales y políticas diversas a las nuestras. Por tanto, para estos autores la literatura resulta ser un vehículo para la estimulación de sentimientos y emociones que nos hagan autocomprendernos como parte de una humanidad que adolece de injusticias y relaciones humanas frágiles.

A la luz de tales posibilidades podemos hacer exigibles mínimos de justicia social para todos en cuanto seamos capaces de ver ahí donde se vulneran los derechos y se socava la dignidad y la libertad humana. Esto, podría llevarnos a edificar mejores instituciones sociales y políticas públicas. Mejores porque podremos identificar el sufrimiento humano y trabajar para erradicarlo.

 

Se trata, entonces, no solo de una apuesta por robustecer el juicio moral frente a situaciones de injusticia y de crueldad; sino a que ese juicio moral nos conduzca a exigencias de una vida común, en lo sociopolítico, en que las dinámicas de nuestras relaciones humanas atravesadas por lo económico y lo político dignifiquen nuestra existencia. En nuestra historia Latinoamericana esta conexión moral y política ha estado presente por décadas en las luchas de resistencia y de exigencias de justicia social para todos aquellos que, históricamente, han sido atropellados en su dignidad. Así, la literatura y el arte pueden darnos herramientas pedagógicas que nos permitan formar más ciudadanos /as comprometidos con los valores de la democracia, la justicia y la libertad. Esto gracias a que en el arte y la literatura también reposa parte de nuestra memoria colectiva y de resistencias.

 

 

Conclusión

La Colección Semilla es un proyecto editorial único en Cartagena. Un proyecto que se propone edificar una comunidad de lectores capaces de leer por goce y de desarrollar habilidades para el encuentro, la conversación, la reflexión, la crítica y la argumentación fina que se requiere, además, para la vida pública. Para pensarnos en comunidad, para imaginar mundos posibles. Hoy la Colección Semilla ya no es solo de la UTB, está disponible para sumarse a la biblioteca personal de más lectores y ser el origen de muchas otras cosas.

 

Bibliografía

Colección Semilla UTB: https://repositorio.utb.edu.co/handle/20.500.12585/9338

Nussbaum, M. (2005). El cultivo de la humanidad. Una defensa clásica de la reforma en la educación liberal. Barcelona: Paidós.

Rorty, R. (1991). Contingencia, ironía y solidaridad. Barcelona: Ediciones Paidós.

  

Ingrid Silva Arroyo. Magíster en Métodos de Investigación Social de la UTB; especialista en Memorias colectivas y Derechos Humanos de CLACSO; filósofa de la Universidad de Cartagena. Docente y coordinadora del área de Humanidades de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Correo: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Las opiniones aquí expresadas son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan la posición de la Asociación Colombiana de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales, ni de su Consejo Directivo.

La celebración del Día del Profesor es un momento significativo que nos invita a reflexionar sobre la invaluable labor de aquellos que dedican sus vidas a la educación. Los profesores son los arquitectos del conocimiento, los guías que moldean no solo mentes, sino también corazones y valores en las generaciones futuras. Este día especial nos brinda la oportunidad de reconocer el impacto transformador que los educadores tienen en la sociedad. Son sembradores de semillas de sabiduría, inspiración y cambio. Su influencia trasciende las aulas, llegando a todos los rincones del mundo a través de las vidas que tocan.

Al celebrar el Día del Profesor, no sólo honramos a aquellos que eligen la noble tarea de enseñar, sino que también recordamos la importancia de invertir en la educación como pilar fundamental para el progreso de una nación. Los profesores no solo transmiten conocimientos académicos, sino que también modelan el carácter, fomentan la creatividad, y cultivan el pensamiento crítico y la empatía en sus alumnos. En un mundo en constante cambio y desafíos, los profesores son faros de luz que guían a las nuevas generaciones a  través de la oscuridad del desconocimiento hacia la claridad del entendimiento. Su labor va más allá de la mera transmisión de información; implica sembrar la semilla del aprendizaje continuo y el amor por el conocimiento.

Por lo tanto, la celebración del Día del Profesor no es solo un acto de gratitud, sino también un recordatorio de la necesidad de valorar, apoyar y empoderar a quienes tienen la misión sagrada de educar. En su honor, debemos comprometernos a construir un mundo donde la educación sea accesible, valorada y celebrada como el puente hacia un futuro mejor para todos. Celebrar el 15 de mayo como el Día del Profesor es una ocasión que va más allá de una simple conmemoración. El reconocimiento a la labor docente es establecer que los profesores son los arquitectos del futuro, a través de su dedicación y esfuerzo, moldean las mentes de las generaciones venideras, inculcando conocimientos, valores y habilidades que serán esenciales para el desarrollo personal y profesional de sus estudiantes. Celebrar su día es una manera de agradecerles por su compromiso constante y su pasión por la enseñanza.

Esto implica que es un deber resaltar el impacto social puesto que la educación es uno de los pilares fundamentales de cualquier sociedad. Un buen sistema educativo contribuye al desarrollo económico, social y cultural de una nación. Los profesores son la columna vertebral de este sistema. Al celebrar el día del profesor, se reconoce su impacto positivo en la construcción de una sociedad más justa y equitativa, donde el conocimiento se convierte en una herramienta para el progreso. Los maestros enseñan a los estudiantes a cuestionar, investigar y reflexionar sobre diversos temas, lo cual es crucial para la formación de ciudadanos informados y capaces de tomar decisiones fundamentadas. Este pensamiento crítico es la base de una democracia saludable, donde los ciudadanos pueden participar activamente en el debate público y tomar decisiones que afectan a su comunidad y su país.

Adicionalmente, la motivación y apoyo que se requiere para esta labor fundamenta que la enseñanza es una profesión que a menudo no recibe el reconocimiento adecuado. Celebrar el Día del Profesor es una forma de motivar a los docentes, mostrando que su trabajo es valorado y respetado. Este reconocimiento puede ser una fuente de inspiración para que continúen desempeñando su labor con entusiasmo y dedicación, sabiendo que su esfuerzo no pasa desapercibido. Por eso, es necesario seguir generando concienciación sobre los desafíos presentes y futuros, puesto que este día también sirve para reflexionar sobre los retos que enfrentan los profesores. La falta de recursos, las condiciones laborales difíciles y las expectativas crecientes son solo algunos de los problemas que muchos docentes enfrentan diariamente. Al celebrar su día, se pone en el foco la necesidad de mejorar las condiciones de trabajo y apoyar a los profesores para que puedan realizar su labor de manera efectiva.

La labor docente genera inspiración para futuras generaciones, es por esto que celebrar a los profesores en su día, también inspira a las futuras generaciones a considerar la docencia como una profesión valiosa y honorable. Ver a los docentes ser reconocidos por su arduo trabajo y dedicación puede motivar a los jóvenes a seguir sus pasos, asegurando así la continuidad de una educación de calidad. Establecer que celebrar el Día del Profesor el 15 de mayo es esencial porque nos permite reconocer y valorar la inmensa contribución de los docentes a la sociedad. Es una oportunidad para reflexionar sobre los desafíos que enfrentan, y destacar la importancia de la educación en el desarrollo de una sociedad más justa y próspera. Al hacerlo, no solo rendimos homenaje a los profesores de hoy, sino que también sembramos las semillas para una educación mejor y más valorada en el futuro.

 

Enrique Arias Castaño

Universidad Tecnológica de Pereira

 

 

Las opiniones aquí expresadas son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan la posición de la Asociación Colombiana de Facultades de Humanidades y Ciencias Sociales, ni de su Consejo Directivo.

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